Hematofobia ¿Se puede superar el miedo a la sangre?
¿Se puede superar el miedo a la sangre? Hay muchas personas que sufren fobia a la sangre. Un temor ilógico e irracional se apodera de ellos al ver (e incluso pensar) en una herida, agujas, cortes, jeringuillas, hospitales, vísceras… Cualquier cosa relacionada con la sangre les da miedo. Descubre qué es la hematofobia y cómo superarla:
A pocos de nosotros nos agrada ver sangre. Es normal sentir rechazo, incluso experimentar sensaciones desagradables (mareos, nauseas e incluso desmayo). El problema viene cuando la anticipación a estas sensaciones nos produce un miedo tan intenso que nos conduce a evitar cualquier situación que tenga que ver con la sangre. Llegando, incluso, a incapacitar a la persona para someterse a una intervención hospitalaria, o cuidados médicos.
La única forma de superar el miedo a la sangre es a base de exponernos y acostumbrarnos a él. El reto está en las primeras aproximaciones, donde el mareo y el malestar son la respuesta habitual. Para todos los que lo deseen intentar, en este post os explicamos qué es el miedo a la sangre, y cómo afrontar esas primeras situaciones con un método de tensión muscular.
Miedo a la sangre: Una historia basada en hechos reales
Es un caluroso día de verano. La temperatura bajo el sol es abrasadora, pero estamos cómodamente espatarrados en una silla de la terraza de nuestra casa. Bajo un toldo que arroja una agradable sombra, compartimos la mesa con unos buenos amigos tras una copiosa comida. Sin embargo, esta idílica imagen pronto dará paso a un episodio terrorífico y típicamente “tarantinesco”.
Alguien decide que la mejor forma de bajar la comida es con un poco de sandía… El que va a realizar la hazaña de cortar será, por supuesto, el menos diestro y con menor (como se diría en los círculos neuropsicológicos) motricidad fina. Por supuesto, esta crónica de una tragedia anunciada acaba con nuestro amigo gritando. Se sujeta un dedo magullado con un corte que asombra por su pequeño tamaño e increíble chorro de sangre. Mientras nuestro amigo se desangra nos empieza a recorrer una sensación de malestar, mareo, nos removemos en la silla, no queremos mirar, perdemos la fuerza en las manos. En ese momento un grito de socorro sale de nuestra garganta con increíble fuerza: “¡QUE ALGUIEN LLAME A UNA AMBULANCIA… me voy a desmayar!”.
Esta divertida y verídica historia es más común de lo que parece. Son muchas las personas que, desde estudiantes de primero de medicina hasta espectadores de películas «gore» han sufrido los síntomas de lo que los profesionales llaman Hematofobia.
Fobia a la sangre: «Hematofobia»
El miedo a la sangre se puede denominar Hematofobia: Las personas que lo sufren temen las heridas, los hospitales, los cortes y las jeringuillas. Esta fobia algunas veces puede tener consecuencias problemáticas para la persona, y puede desencadenar en trastornos más serios como ansiedad e incapacitación para someterse a cuidados médicos (como un simple análisis de sangre) o la capacidad de proporcionar ayuda a una persona que haya sufrido algún accidente.
Además de escasos, estos casos suelen ser los más problemáticos, en el sentido de que este miedo-asco les impide llevar una vida normal o saludable. La Hematofobia es sentir fobia a la sangre, y se caracteriza por la anticipación de pensamientos («seguro que si voy al médico me operan, y me abren en canal») y la evitación («mejor no voy, total, va a ser peor el remedio que la enfermedad»).
Lo importante aquí, y lo más interesante es que el hecho de observar agujas, sangre, vísceras o heridas, produce en algunas personas una reacción fisiológica concreta y bien caracterizada por la ciencia. La buena noticia, es que, esta reacción, puede llegar a ser controlable y se puede superar.
La hematofobia se distingue de otras fobias por presentar una respuesta bifásica
Las personas que sufren de miedo a la sangre, experimentan una respuesta bifásica, ¿Esto qué significa? que nuestro organismo cuando ve (o piensa) en cualquier tema relacionado con la sangre, responde en dos tiempos:
- En la primera fase, y como consecuencia de la impresión, sorpresa, susto (colóquese aquí el término preferido) se da una respuesta típica y característica de la ansiedad. Nuestras constantes fisiológicas deciden montar una fiesta donde el ritmo cardíaco, la presión arterial y la tasa de respiración se disparan.
- La segunda fase, que se da a continuación, es la posterior resaca que hace que estas mismas variables que se habían disparado, disminuyan de forma abrupta. De ahí que la sangre no circule hasta la periferia y tengamos esa sensación de falta de fuerza en las manos. El riego sanguíneo también es menor, y el resultado final puede acabar en desmayo.
En realidad, la tasa de desmayos, según algunos autores, llega a ser de hasta el 80%. Teniendo en cuenta que la prevalencia es de alrededor del 40% de la población. Vaya, que según las estadísticas, hay mucha gente que se desmaya con la sangre.
¿Por qué a la vecina del cuarto no le da miedo la sangre?
Si todo el mundo sufriera de esta aversión, ¿Quién se iba a encargar de operarnos de apendicitis, por ejemplo? Aunque en buena parte es una respuesta natural, hay personas que ni siquiera tienen este “reflejo” o que, a base de exposición consiguen superar (por decirlo de alguna forma) el miedo. Hay personas que evitan cualquier situación que las exponga a estas situaciones (hospitales, gente herida, análisis o donaciones de sangre). Es en este punto cuando puede aparecer la Hematofobia como trastorno psicológico. Pero ojo, para llegar al punto de trastorno este debe afectar de forma clara a nuestra vida normal, y sobre todo a nuestra salud.
Lo bueno de todo esto (¡si, puede haber algo bueno!) es que existen formas de afrontar ese miedo. A continuación os vamos a presentar un “protocolo de actuación”: La técnica de la tensión aplicada
Supera tu miedo a la sangre: Técnica de Tensión Aplicada
Esta técnica podemos practicarla en casa y aplicarla la próxima vez que sintamos que el miedo a la sangre y su respuesta bifásica se apodera de nosotros.
Estos consejos están destinados a aquellas personas que quieran probar una forma útil de aprender a responder a estas situaciones, pero lo ideal sería acudir a un especialista de la Psicología, sobre todo en los casos más graves.
1- Siéntate
La sensación de mareo puede acabar en un desmayo. Si somos sensible a la sangre es importante que siempre nos sentemos, para evitar golpes en caso de lipotimia.
2- Aprieta fuerte
Coloca las manos sobre las piernas. Aprieta los puños como si tuvieras algo en las manos y quisieras hacerlo desaparecer. Aguanta 10-15 segundos.
3- Relaja
Reduce la tensión sin llegar al estado normal. Esta parte durará 15-20 segundos aproximadamente.
4- Turno de las piernas
Haz fuerza con las plantas de los pies contra el suelo al mismo tiempo que aprietas las rodillas entre sí. El mismo tiempo que en el caso de los brazos.
5- Volvemos a aflojar
Afloja las piernas y permaneces así 15-20 segundos.
6- «Ya voy yo»
En esta parte tensaremos el cuerpo en una posición “como si fuéramos a levantarnos”. Levantaremos las nalgas de la silla y evitaremos ejercer fuera con plantas de los pies y brazos hacia arriba. Esta posición es la que adoptamos cuando estamos varias personas en casa y suena el timbre. Hacemos el gesto de levantarnos mientras decimos “Ya voy yo”, pero en realidad no estamos haciendo fuerza para levantarnos.
7- Tercera relajación
Igual que en los otros dos casos de relajación.
8- Máxima tensión
Realizamos una gran contracción de todos los músculos que hemos usado hasta ahora, pero todos a la vez.
9- Fin
Relajamos todo el cuerpo.
Para acabar
La técnica anterior se utiliza en consulta para tratar este tipo de fobias. Pero es acompañada de una serie de estrategias que facilitan que podamos enfrentarnos a nuestros miedos. Lo apropiado sería (lo volvemos a repetir) que nos sometiéramos al tratamiento de un profesional, lo que no significa que estemos locos. Para que los 9 pasos presentados anteriormente sean útiles debemos practicarlos con mucha frecuencia, sobre todo al principio. En nuestra mano tenemos el poder de hacer frente a cualquier obstáculo y mejorar día a día. Este, creemos, es el mejor consejo que se puede dar desde Cognifit.