
Un nuevo estudio descubre signos tempranos de riesgo de Alzheimer en adultos de entre 24 y 44 años
Una nueva investigación de la Universidad de Columbia (EE. UU.) revela que las diferencias en la memoria y el pensamiento relacionadas con el riesgo de padecer Alzheimer pueden comenzar mucho antes de lo esperado, incluso en personas de tan solo 24 años. El estudio destaca la importancia de cuidar la salud cerebral durante toda la edad adulta, mucho antes de que aparezcan los primeros síntomas.

Muchas personas piensan que la enfermedad de Alzheimer solo aparece en la vejez. Sin embargo, un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Columbia sugiere que algunos de los primeros síntomas pueden aparecer mucho antes, incluso en personas de entre 20 y 30 años.
El estudio, publicado en The Lancet Regional Health – Americas (DOI: 10.1016/j.lana.2025.101087), descubrió que ciertos factores de riesgo relacionados con el Alzheimer también estaban relacionados con dificultades en la memoria y el pensamiento en adultos jóvenes. Esto no significa que estas personas vayan a enfermar. Más bien, muestra que los cambios cerebrales que se producirán más adelante pueden comenzar décadas antes de que se noten los primeros síntomas.
Estos hallazgos podrían cambiar nuestra forma de pensar sobre la salud cerebral y la edad a la que debemos empezar a cuidar nuestra mente.
Quién realizó el estudio y cómo se llevó a cabo
La investigación fue dirigida por la Dra. Allison Aiello y un equipo de científicos de la Universidad de Columbia y la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill. Utilizaron datos de un amplio estudio nacional realizado en Estados Unidos denominado Add Health (abreviatura de Estudio Longitudinal Nacional sobre la Salud de Adolescentes y Adultos).
Add Health comenzó en la década de 1990 siguiendo a un grupo de adolescentes estadounidenses. Con el paso del tiempo, se volvió a encuestar a las mismas personas una y otra vez, lo que brindó a los investigadores una oportunidad única para observar cómo cambia la salud a lo largo de décadas.
En este nuevo proyecto, el equipo se centró en participantes de entre 24 y 44 años. Analizaron dos oleadas de recopilación de datos:
- Fase IV: Se entrevistó en persona a unos 11 000 participantes de entre 24 y 34 años. Se les realizaron pruebas de memoria y atención, se les midió la presión arterial y el peso, y se les extrajeron muestras de sangre.
- Fase V: Alrededor de 1100 participantes de entre 34 y 44 años continuaron con más pruebas, ya sea online o en persona.
Los investigadores estaban especialmente interesados en tres cosas:
- El rendimiento de las personas en tareas básicas de memoria y atención.
- Si su salud física (como la presión arterial, el colesterol o el peso corporal) afectaba al rendimiento cerebral.
- Qué revelaba su sangre sobre las proteínas relacionadas con el cerebro y la actividad del sistema inmunitario.
¿Qué es exactamente lo que analizaron?
El equipo utilizó una herramienta ampliamente reconocida llamada puntuación CAIDE, que suma varios factores de riesgo — como la edad, el sexo, la presión arterial, el nivel educativo, el colesterol y la actividad física — para estimar el riesgo de demencia a largo plazo de una persona. Esta puntuación se utiliza habitualmente en personas mayores de 50 años, pero en este estudio se aplicó a adultos mucho más jóvenes.
También analizaron lo que se conoce como biomarcadores ATN, que incluyen tres grupos de proteínas relacionadas con el cerebro:
- A (Amiloide): una proteína que puede acumularse en el cerebro con el tiempo.
- T (Tau): otra proteína relacionada con los cambios en la memoria y el pensamiento.
- N (Neurodegeneración): indicios de que las células cerebrales podrían no estar funcionando correctamente.
Además, el equipo midió los marcadores inflamatorios en la sangre. Estos son señales del sistema inmunitario que a veces indican que el cuerpo está bajo estrés o reaccionando a algo, incluso si la persona se siente perfectamente bien.
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¿Qué hace que este estudio sea único?
Este es uno de los primeros estudios a gran escala que explora cómo los factores de riesgo del Alzheimer se relacionan con el rendimiento cerebral en adultos menores de 45 años. Las investigaciones anteriores se han centrado principalmente en adultos mayores, por lo general después de que los síntomas ya han aparecido.
Este estudio destaca porque reúne diferentes tipos de datos (puntuaciones de memoria, salud física, genética y pruebas de laboratorio) en un grupo de personas jóvenes, en su mayoría sanas. Demuestra que las diferencias relacionadas con el cerebro podrían no comenzar en la vejez, sino desarrollarse gradualmente a lo largo de la vida.
Lo que descubrieron los investigadores
El equipo encontró varias conexiones importantes entre la función cerebral y los riesgos relacionados con el Alzheimer, incluso en personas que no presentaban signos de pérdida de memoria ni enfermedad.
- La memoria y la atención estaban relacionadas con la salud física incluso a mediados de los 20 años. Las personas con puntuaciones más altas en el CAIDE, lo que significa que tenían más factores de riesgo cardiovascular, tendían a obtener resultados ligeramente peores en las tareas de memoria y pensamiento. Por ejemplo, recordar una lista de palabras o repetir números al revés era más difícil para aquellos con puntuaciones más altas.
- Las proteínas relacionadas con el cerebro, como la tau, también estaban relacionadas con el rendimiento cognitivo. La tau es una de las proteínas que se ha relacionado con el envejecimiento cerebral. En personas de entre 34 y 44 años, aquellas con más tau en sangre obtuvieron puntuaciones más bajas en las pruebas de memoria, aunque no informaron de ningún problema de memoria.
- Las señales del sistema inmunitario también influyeron. Los niveles más altos de ciertos marcadores inmunitarios, como IL-6, IL-1β e IL-8, se asociaron con una memoria y una atención ligeramente más débiles. Esto no significa que estas personas estuvieran enfermas, pero puede indicar un nivel bajo de estrés en el organismo que afecta al cerebro con el tiempo.
- Un factor de riesgo genético común aún no mostró efectos. El gen APOE ε4 es un factor genético bien conocido relacionado con el Alzheimer en adultos mayores. Curiosamente, en este grupo más joven, el gen aún no parecía afectar al rendimiento de la memoria. Eso podría significar que su impacto se manifiesta más tarde en la vida.
- No había síntomas visibles, pero seguían existiendo diferencias medibles. Ninguno de los participantes tenía problemas clínicos de memoria. Sin embargo, las diferencias en los resultados de las pruebas estaban relacionadas con los factores de riesgo mencionados anteriormente. Esto demuestra que los cambios en la función cerebral pueden comenzar de forma silenciosa, mucho antes de que sean perceptibles.
¿Qué significa esto para las capacidades cerebrales como la memoria y la concentración?
Los resultados de este estudio son importantes porque demuestran que las capacidades cognitivas — como recordar cosas, prestar atención o resolver problemas — pueden verse influidas por factores relacionados con la salud en etapas muy tempranas de la edad adulta.
Es una buena noticia en muchos sentidos. ¿Por qué? Porque muchos de los factores estudiados aquí, como el ejercicio, la presión arterial e incluso la salud inmunológica, pueden mejorarse o controlarse con el tiempo. Nuestro cerebro es flexible y cada vez hay más pruebas de que la memoria y el pensamiento pueden beneficiarse de la actividad física regular y de los retos.
Actividades como leer, resolver rompecabezas, aprender nuevas habilidades y utilizar herramientas digitales para entrenar la memoria y la atención pueden ayudar al cerebro a mantenerse ágil. Adquirir estos hábitos desde una edad temprana puede proporcionar al cerebro un mayor apoyo a largo plazo.
Nuevo estudio destaca la importancia de actuar antes para proteger la función cognitiva
Los resultados de este estudio van mucho más allá de la investigación académica: ofrecen una nueva perspectiva para comprender cómo se desarrollan y cambian la memoria y las habilidades cognitivas a lo largo del tiempo, y lo que eso podría significar para la vida cotidiana.
Para la investigación científica, los hallazgos refuerzan la creencia cada vez más extendida de que la enfermedad de Alzheimer no es simplemente una afección propia de la vejez. Por el contrario, puede desarrollarse gradualmente a lo largo de décadas, con signos tempranos que aparecen mucho antes de que se considere que los grupos tradicionales están en riesgo. Esto podría impulsar a los científicos a diseñar estudios que sigan a las personas a largo plazo, desde una edad mucho más temprana.
Para los profesionales de la salud, la investigación abre la puerta a evaluaciones de salud más completas para los adultos jóvenes. Si bien el estudio no sugiere ninguna necesidad de diagnóstico o tratamiento a esta edad, sí muestra el valor de controlar los factores de salud relacionados con el cerebro, como la presión arterial, el colesterol o la inflamación, en personas mucho antes de llegar a la mediana edad.
En el ámbito educativo, los resultados subrayan la importancia de enseñar a los jóvenes el papel que desempeña la salud cerebral junto con el bienestar físico. Los hábitos que favorecen la agudeza mental, como un sueño regular, la actividad física y mantenerse mentalmente activo, pueden adquirirse desde una edad temprana y reforzarse con el tiempo. Las escuelas y universidades podrían incluir actividades beneficiosas para el cerebro como parte de un plan de estudios más amplio sobre salud.
El estudio sugiere que, en toda la sociedad, es hora de ampliar el debate sobre el riesgo y la prevención del Alzheimer. Aunque gran parte de la atención pública sigue centrada en las personas mayores, estos hallazgos subrayan la necesidad de apoyar la salud cognitiva a todas las edades. Esto podría incluir programas comunitarios que fomenten la actividad mental, el ejercicio físico y hábitos saludables para todas las generaciones, no solo para las personas mayores.
Ultimamente, este estudio hace un llamado a un cambio cultural: uno en el que la salud cerebral sea tratada como una prioridad para toda la vida, no solo una preocupación que surge con la edad.
Conclusiones finales: la salud cerebral temprana puede ser clave para el bienestar cognitivo a largo plazo
Uno de los mensajes más importantes de este estudio es que la salud cerebral se forma mucho antes de lo que se creía. Según los resultados, incluso los adultos de entre 20 y 30 años, que suelen sentirse sanos y no presentan síntomas cognitivos, pueden experimentar ya efectos sutiles de factores de riesgo como la hipertensión arterial, los niveles elevados de colesterol o la falta de actividad física.
Aunque estas diferencias tempranas pueden no ser un indicio directo de enfermedad, reflejan cómo los patrones de salud cotidianos podrían estar ya configurando la función cerebral. El estudio destaca el valor potencial de adoptar estrategias preventivas en la edad adulta temprana, mucho antes de las edades de riesgo convencionales.
Los resultados resaltan la importancia de tomar medidas preventivas desde el inicio de la edad adulta. Desarrollar hábitos saludables, como mantenerse activo físicamente, participar en actividades que estimulen la mente, dormir lo suficiente y cuidar el bienestar emocional, puede ayudar a proteger la función cognitiva con el paso del tiempo. Herramientas como los programas de entrenamiento cognitivo, la lectura o el aprendizaje de nuevas habilidades pueden desempeñar un papel valioso para mantener el cerebro activo y adaptable durante muchos años.
Los resultados respaldan una visión más amplia de la salud cerebral como una prioridad para toda la vida. En lugar de esperar a que aparezcan señales de alerta, el estudio fomenta una mentalidad proactiva: mantener la salud general, mantenerse mentalmente activo y favorecer la capacidad de adaptación del cerebro en todas las etapas de la edad adulta.
La información en este artículo se proporciona únicamente con fines informativos y no constituye asesoramiento médico. Para obtener asesoramiento médico, consulta a tu médico.