Teoría del Apego: claves para el desarrollo de un correcto vínculo afectivo

La teoría del apego se centra en el vínculo emocional, en las relaciones y lazos que unen a las personas. La necesidad de niño/a de estar junto a su madre, de ser protegido y atendido. El apego es de vital importancia para el desarrollo personal. La forma en la que los padres establezcan el vínculo afectivo con su hijo, determinará la personalidad del niño a lo largo de su vida. Repercutirá de forma global en su comportamiento, en su autoestima y desarrollo. Unas figuras de apego inseguras, fomentan la baja autoestima, la inseguridad, frustración, y falta de confianza en uno mismo.

Descubre en este artículo qué es la teoría del apego, la importancia de fomentar vínculos estables, y un caso clínico en el que veremos el dolor que produce unas figuras de apego inseguras. ¡Qué curioso cómo se entrelazan las conductas generación tras generación, como aquellos actos que creemos insignificantes, puede ser el desencadenante que inicie todo un porvenir!

La teoría del apego da respuesta a cómo los patrones de comportamiento y de cuidado, pueden contribuir notablemente a la salud y a la enfermedad; así como también, a la necesidad de establecer vínculos cercanos con los otros.

No podemos hablar de la teoría del apego, sin mencionar a John Bowlby, psicólogo y psicoanalista, cuya labor científica eclosionó en una de las teorías más importantes del campo del comportamiento humano. Bowlby, dedicó gran parte de su trabajo al desarrollo infantil, estaba interesado en conocer cómo los patrones familiares podían influenciar en el desarrollo cognitivo del niño. Durante su trabajo, otorgó un papel especial a los cuidados maternos como proveedores de buena salud y se percató de la importancia de la consolidación de vínculos estables y duraderos a través del cuidado emocional.

Teoría del apego: Un vínculo emocional necesario

Si tuviera que equiparar el apego con algún otro fenómeno, lo haría sin duda alguna con la magia. El apego, es aquel lazo invisible que todo ser humano (y muchas otras especies del reino animal) necesita, y que hace que dos personas puedan sentirse conectadas la una con la otra; un vínculo profundo y duradero que garantiza que uno para el otro es fuente de protección, seguridad y bienestar, alguien a quien acudir en los momentos turbios de la vida con la firmeza de ser bien acogido y emocionalmente aliviado.

En la teoría del apego, la generación del vínculo, no es un proceso arbitrario, sino más bien, un proceso selectivo que se inicia en la más tierna infancia y perdura a lo largo de nuestra vida. Cuando el bebé nace, éste ya se encuentra dotado de un sistema que le motiva a la búsqueda del contacto con los demás y al establecimiento de vínculos sólidos con personas allegadas que velan por su cuidado. Inicialmente, su aparato psíquico es demasiado rudimentario como para consagrar vínculos con más de un cuidador, por lo que al principio, únicamente se vincula a su cuidador principal, tejiéndose un hilo invisible entre el uno y el otro, donde uno, se convierte en “dador” de cuidados y el otro, en “receptor” de los mismos, de tal manera que, de haber armonía en la interacción, ambos se sintonizan en un lenguaje casi mudo, repleto de miradas compenetradas y gestos afectuosos.

Desde ese instante, el cuidador se convierte en lo que en la teoría del apego se denomina “base segura”, esto es, alguien a quien el infante acudirá en busca de seguridad, reclamando respuestas afectuosas que aliviarán su angustia y su malestar. Al poco tiempo, irá expandiendo sus fronteras para “conectar” con otros en un espacio íntimo compartido, a través de gestos y respuestas plagadas de empatía, sensibilidad y afecto,  tres ingredientes esenciales para construir un apego saludable.

Una vez se consolida el vínculo, éste muta a través del tiempo en función de la calidad de las interacciones entre ambos participantes. Y es que su magia, reside en la capacidad que uno tiene para captar y decodificar adecuadamente las necesidades del otro a lo largo de su crecimiento y actuar de tal manera que, alivie su malestar.

Por ello, un padre puede haberse vinculado fuertemente junto a su hijo en la niñez, y sin embargo, llegada la adolescencia, ver peligrar el vínculo entre ellos, al no entender el progenitor las necesidades que abarcan esa etapa evolutiva.

Vincularse, es mucho más que una unión profunda que consuela en los momentos de dolor y nutre de calor emocional. Siguiendo a la teoría del apego, uno construye y consolida un modo de ver el mundo, en gran parte, a partir de los “ojos interiores” con los que los otros le miran.

Cada gesto, cada respuesta que tienen los padres con sus hijos, y en definitiva, cada experiencia que el menor tiene con sus figuras significativas, sientan los rudimentos de la futura personalidad del menor, así como sus gustos y temores, y sus formas futuras de relacionarse.

Es como si dibujarán en su mente las trazadas de un boceto, a partir del cual, se concibe a sí mismo y al mundo que le rodea. Por lo tanto según la teoría del apego, si la suma del promedio de las interacciones resulta positiva, uno adquirirá un sentido íntegro de su identidad y una visión del mundo y de las personas optimista y confiada.

Por el contrario, si al sopesar la balanza, ésta se inclina hacia las experiencias negativas, en las que uno no ha sido adecuadamente consolado ni aliviado, sino más bien, en las que ya en la infancia, se le ha hecho sentir poco importante, desvalido de cualidades y una carga para sus cuidadores; la identidad aparecerá desdibujada y confusa, y el mundo, se vivenciará como peligroso y amenazante.

Teoría del apego: Los modelos operativos internos

Bowlby en su teoría del apego, señaló bajo el término “modelos operativos internos” a aquellos patrones de interacción, que uno ha interiorizado dentro de sí y normativizado como una forma de definirse a sí mismo y de interpretar sus vivencias experienciales, y que provienen del resultado del cúmulo de experiencias con sus figuras significativas.

Los modelos operativos internos consisten en representaciones internas, esquemas mentales que se forjan a raíz de la experiencia, y que constituyen las beses esenciales que nos permiten dotar de significancia cada acontecimiento y definir la forma en la que nos posicionamos en el mundo.

Nuestros comportamientos, nuestras motivaciones, nuestras preferencias y un largo etc., están impregnados de las sensaciones residuales que han quedado en la memoria y que devienen de nuestra historia de apegos. Pensemos por un momento en el inicio de la infancia, una etapa donde uno no entiende de necesidades ni de ideas, sólo tiene sensaciones. De nuestro cuidado, depende que esas sensaciones se reconozcan como verdaderas necesidades, o en cambio, se ignoren y dejen de sentirse.

Si cuando un bebé llora, nos acercamos y tratamos de «conectar» sensiblemente con su malestar, olvidándonos por un instante de nuestras necesidades y conjeturas, preguntándonos desde la empatía -¿qué le puede ocurrir?- mientras tratamos de descifrar su malestar adoptando un tono cariñoso, mirándole como cuando alguien mira algo a lo que quiere, algo que para uno es un tesoro, y nos comportamos de forma afectiva; no sólo lograremos apaciguar su malestar sino que estaremos contribuyendo a que en su mundo interno, esa sensación desdeñada, vaya adquiriendo una representación definida de su funcionalidad. Así, en las veces futuras el infante sabrá reconocer la necesidad y demandar lo que necesita.

Más aún, cuando su desarrollo le provea de la capacidad empática, e incluso cuando adquiera la madurez, reaccionará a la percepción en el otro de una necesidad que le parezca similar, de la misma forma que aprendió, a partir de las respuestas afectivas de sus significantes en la infancia.

¡Qué curioso cómo se entrelazan las conductas generación tras generación, como  aquellos actos que creemos insignificantes, puede ser el desencadenante que inicie todo un porvenir!

El dolor de la falta de apego

Si entendemos la personalidad, como la resultante de una ecuación donde la historia de apegos es una de las variables intervinientes que interactúa junto con elementos biológicos, ¿qué sucede cuando los vínculos afectivos no son sanos?

Me atrevo a decir, que hay pocas experiencias más dolorosas que sentirse solo y aislado, incomprendido y sin lugar en el mundo, día tras día. La teoría del apego, sostiene que la ausencia de vínculos saludables, interfiere en el curso del desarrollo aproximando a la persona hacia la psicopatología mientras lo aleja de la salud. Son muchas las investigaciones que han confirmado dicha hipótesis, y que incluso, sitúan las alteraciones en los vínculos, como la génesis de los comportamientos violentos, de las disrupciones en el sistema familiar y de algunos trastornos emocionales.

Teoría del apego: Un caso clínico

Creo que nunca olvidaré aquel adolescente que un día entró en mi consulta a petición de su madre, ya que estaba preocupada por su bajo rendimiento escolar y porque consumía cannabis.

Se sentó y comenzó la sesión. Desde el principio me di cuenta que tenía que reconfigurar la imagen que me había formado de él a raíz de lo que su madre me había narrado en una primera sesión. Tenía 16 años, había emigrado a España para reunirse con su madre tras haber permanecido en su país con su familia extensa y con su padre, de quien había recibido malos tratos durante años.

Recuerdo como me relataba su historia entre lágrimas y aquella frase, aparentemente superflua que me dijo y que sin embargo estaba llena de connotaciones: “Samuel, yo sólo quiero llegar un día a casa, sentarnos a cenar todos y que mi madre me pregunte- ¿qué tal hijo, cómo te ha ido el día?”.  Se sentía solo e incomprendido, teniéndose que proteger de unas de las figuras más importantes que nuestra vida, su padre. Desde luego que fue caso que me conmovió mucho, sobre todo, el hecho de que su madre acudiera buscando ayuda para su hijo por la falta de motivación hacia el estudio y por el consumo de marihuana, y no fuera capaz de relacionarlo con los déficits emocionales  que su hijo había padecido.

No podría imaginar, el poder que tienen los gestos y las palabras de personas significativas para nosotros, en momentos de necesidad. Un abrazo, unas palabras revitalizantes de quienes queremos, alguien con quien llorar sabiendo que no cambia su mirada incondicional hacia nosotros, en los momentos de fragilidad, a veces, puede ser la única y mejor ayuda que más nos puede sanar.

https://www.youtube.com/watch?v=HcTdx0OJjl4