Las 15 habilidades sociales que mejorarán tu día a día
La naturaleza del ser humano es social, es decir, mantenemos relaciones recíprocas con quienes nos rodean. El funcionamiento de cada individuo, el de la sociedad en general e incluso la garantía de la supervivencia dependen de estas relaciones. Es por ello que estas deben ser buenas, armónicas, equilibradas. Sanas. ¿Podemos conseguirlo? ¡Claro! Las habilidades sociales son la clave. Conocerlas y desarrollarlas aseguran un mayor éxito en nuestros nexos con los demás. ¿Cómo? Tan solo hay que seguir leyendo.
Habilidades sociales: definición
Se definen como herramientas de comunicación, un conjunto de conductas con las que establecemos interacción con otras personas. Nos permiten relacionarnos de un modo práctico, ventajoso y productivo para ambas partes.
Las habilidades sociales no están determinadas por el nacimiento, sino que se pueden adquirir, desarrollar y mejorar a lo largo de la vida. Conseguir perfeccionarlas conlleva entrenamiento y esfuerzo. Y, como el resto de aprendizajes, dependen mucho de la sociedad y la cultura en la que estamos inmersos.
Pero no solo es importante dominarlas, sino también saber distinguir los momentos y lugares propicios para llevarlas a la práctica. Hablamos de competencia social.
¿Para qué sirven las habilidades sociales?
Podemos llegar a pensar que, al fin y al cabo, las habilidades sociales no son tan importantes. Error. La imagen que proyectamos de nosotros mismos, las relaciones de diferentes tipos que vamos forjando a lo largo de nuestra vida o los éxitos en el trabajo dependen de ellas. Además, evitan la tan odiada ansiedad que nos generan las situaciones sociales nuevas o complicadas.
En otras palabras, las habilidades sociales determinan en gran parte nuestra felicidad.
Clases de habilidades sociales
Se diferencia entre habilidades sociales básicas y habilidades sociales avanzadas. Mientras que las primeras se enfocan a aquellas conductas que no requieren mucho esfuerzo (preguntar, escuchar, presentarse, etc.), las segundas ya exigen algo más de dominio (persuadir, disculparse, opinar, etc.).
A continuación, mostramos otro tipo de clasificación donde la importancia reside en el contenido de la comunicación.
1. Respeto
A todos nos gusta que nos muestren respeto hacia nuestra forma de pensar, nuestras ideas, nuestros valores, nuestras creencias. Cuando es así, estamos más dispuestos a relacionarnos de un modo más positivo.
Se pueden expresar opiniones diferentes siempre y cuando se tenga en consideración a la otra persona. Si se le falta al respeto, esta suele sentirse atacada, lo que empeora la calidad de la relación.
2. Cortesía
Esta habilidad se encuentra estrechamente relacionada con la anterior. La educación y la amabilidad son fundamentales para conseguir el agrado de los demás y, por tanto, unas buenas relaciones con ellos.
3. Paciencia
Es una herramienta muy útil para no perder los estribos y molestarnos ante cualquier cosa que salga de nuestro agrado. Recapacitar a tiempo puede evitar conflictos motivados por ataques de ira.
4. Empatía
La Real Academia Española define la empatía como la «capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos». Es lo que coloquialmente denominamos «ponerse en el lugar del otro», llegar a armonizar con sus pensamientos y/o sentimientos a través de la Inteligencia Emocional.
5. Credibilidad
Está muy relacionada con la confianza, así como con la persuasión. La credibilidad no es un rasgo del emisor, sino una característica atribuida por el receptor. Esto significa que está constituida por lo que interpreta este receptor sobre lo que ve en la otra persona.
Se puede construir mostrando competencia y experiencia, así como sinceridad. Mantener la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace es vital para que no se dañe nuestra credibilidad.
6. Mentalidad positiva
Podemos ver el mundo de manera muy diferente si lo enfocamos de un modo negativo a si lo hacemos de forma positiva. Esta última perspectiva hace que se afronten las distintas circunstancias con optimismo, lo que proporciona un mayor bienestar emocional.
Las personas suelen huir de aquellas que son muy negativas. Adoptar el optimismo como forma de vida constituye una ventaja en todos los sentidos.
7. Escucha activa
Solemos confundir «oír» con «escuchar». No es lo mismo escuchar y prestar atención a la otra persona que estar oyendo pero pensando más bien lo que vamos a responder. Muchas veces, nos centramos más en esta última opción.
Para inclinar la balanza hacia la escucha activa, debemos procurar centrarnos también en el lenguaje no verbal de nuestro interlocutor, así como captar y conectar con las emociones que nos está transmitiendo.
8. Saber expresarse
Es difícil relacionarse adecuadamente con otras personas si no somos capaces de expresarnos como querríamos. Un lenguaje verbal claro es la clave, pero también lo son respetar los tiempos en los diálogos, la improvisación, los ejemplos o la vocalización. Por supuesto, esto se extiende a la lectura y escritura, básicas en nuestra sociedad.
Esta habilidad incluye iniciar una conversación, la formulación de preguntas, dar las gracias y la presentación de nosotros mismos o de otras personas en diferentes contextos.
9. Asertividad
Consiste en la expresión de la opinión, los intereses y deseos de uno mismo sin provocar conductas agresivas, de rechazo o huida en el otro. La persona asertiva siempre respeta a los demás, es capaz de decir «no» cuando es necesario y sabe expresar las emociones positivas y negativas.
Además de ser una habilidad social fundamental para una comunicación eficiente, contribuye en gran manera a la satisfacción con nosotros mismos.
10. Pedir ayuda
Aunque puede parecer fácil en un principio, no lo es tanto en realidad. No siempre estamos dispuestos a admitir que necesitamos que nos echen una mano, que no lo sabemos todo. Ser capaces de pedir ayuda no nos hace menos válidos, ¡al contrario! La humildad favorece, no solo las interacciones con otras personas, sino también la efectividad en nuestras tareas.
11. Apertura de mente
Entendemos por estereotipo la percepción desmesurada y simplificada de un individuo o un grupo que comparte características, habilidades y/o cualidades similares, y que se basa en estas para justificar ciertos comportamientos. Los estereotipos parten de los prejuicios, es decir, de conceptos formados de antemano en nuestras mentes que también suelen distorsionar la percepción.
Estos dos términos encajan dentro de lo que conocemos como una «mente cerrada». Aquí, la intolerancia, la rigidez y el fanatismo, entre otros, influyen negativamente en las relaciones con los demás. Por eso es vital trabajar en la apertura de la mente para conseguir una adaptación óptima al entorno.
12. Regulación emocional
Para poder regular nuestras emociones, primero debemos tener conciencia de ellas. Es importante conocernos a nosotros mismos, identificar las emociones que sentimos y por qué aparecen. Una vez conseguido esto, es más fácil ser capaces de alcanzar un equilibrio y control saludables.
13. Validación emocional
Se define como la expresión del entendimiento y la aceptación de las emociones del otro. Al conseguir que la otra persona se sienta comprendida, reconocida y aceptada, se favorece que aumente su confianza hacia a nosotros. Esto significa que probablemente nos hablará más acerca de sus pensamientos y de sus sentimientos.
14. Compasión
La primera regla para mostrar compasión es aceptar que todos cometemos errores, y que muchas veces estos no se deben a haber actuado con maldad. Aceptar a los demás tal y como son y perdonar sus equivocaciones no solo hace que se sientan bien ellos, sino también nosotros mismos.
15. Negociación y persuasión
La habilidad de negociación es fundamental a la hora de evitar los conflictos. Si el conflicto ya ha surgido, también es muy importante para la resolución de problemas de un modo sano y eficaz.
En cuanto a la persuasión, se centra más en cómo uno es capaz de influir en las opiniones y/o actitudes de los demás. Normalmente, mostrar una ausencia de interés personal e incluso hablar en contra de los propios intereses (entre otras técnicas) suele resultar muy efectivo. Y es que la manipulación no siempre debe ir acompañada de connotaciones negativas, sino verse como una oportunidad de obtener el máximo beneficio recíproco de una interacción.
¿Es importante desarrollar las habilidades sociales?
Por supuesto. Como hemos aprendido, influyen a la hora de desenvolvernos en la vida diaria. Recordemos que somos seres sociales, conseguir unas relaciones beneficiosas nos permite avanzar como personas y dentro de la sociedad. E, indudablemente, alcanzar estos objetivos mejorará nuestra autoestima.
Por otra parte, las habilidades sociales nos alejan de las actitudes pasivas hacia nuestro alrededor. Estas tienen lugar cuando no expresamos nuestros deseos y siempre hacemos lo que los demás quieren, cuando no defendemos nuestros intereses y siempre deciden por nosotros, cuando ignoramos las oportunidades y la lucha por nuestras metas. También evitan que nuestra conducta sea agresiva, rehuyendo las amenazas, los gritos, las imposiciones y las faltas de respeto.
Trastornos psicológicos con posible déficit en habilidades sociales: TDAH, Dilsexia, Autismo
Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH)
Quienes padecen TDAH no suelen saber cómo relacionarse de un modo adecuado en los diferentes contextos. Problemas con la impulsividad y el autocontrol hacen que no sea tan fácil para ellos controlar las emociones, inhibir ciertas conductas, demorar otras, mantener el orden, respetar turnos o el espacio personal de otros, respetar las normas o guardar secretos. La mayoría de las veces son rechazados por su grupo de iguales, y se termina originando un aislamiento voluntario.
Es recomendable explicarles cómo hay que interactuar de forma positiva con otras personas, ejemplificando o mediante un role-playing. Hacer que el niño experimente lo que se siente ante conductas inadecuadas puede llegar a ser muy útil para este aprendizaje.
La empatía constituye un factor de protección frente a las posibles conductas antisociales. Mejora el autoconcepto, la autoestima, el ambiente familiar y escolar, así como la salud mental y el éxito académico.
También es importante el entrenamiento en comunicación asertiva. Aprenden a expresar críticas de manera adecuada, a transmitir apropiadamente sus emociones (previa psicoeducación de las mismas) y deseos, y a resolver conflictos de forma satisfactoria.
Dislexia
El principal problema en la dislexia se centra en las dificultades con el lenguaje y, por tanto, para expresarse. El efecto se acentúa si deben emitir una respuesta rápidamente. No interpretan bien el lenguaje no verbal ni las expresiones faciales, así como las bromas y el sarcasmo. Las abreviaciones de las palabras tampoco son su fuerte, de modo que se sienten inseguros con formas de comunicación tales como el WhatsApp.
Con todo esto, les resulta complicado hacer y mantener amigos, integrarse con sus iguales. Una vez más, la autoestima es una de las grandes afectadas.
La enseñanza es clave para animarlos a mejorar. Darles tiempo para pensar en sus respuestas suele ser una gran alternativa para que adquieran confianza ante su propia comunicación. Los juegos de memoria y de adivinación de estados de ánimo a partir de señales sociales también les ayudan mucho.
Trastorno del Espectro Autista (TEA)
Con el TEA se suele fallar en las reglas implícitas del comportamiento social. El aprendizaje incidental también es todo un reto, lo que significa que tienen dificultades en aprender de las experiencias. Además, su rendimiento es muy pobre en la Teoría de la Mente, consistente en otorgarles a los demás pensamientos y sentimientos propios, diferentes a los de uno mismo.
También se ven afectadas las habilidades conversacionales y de juego cooperativo, puesto que les resulta difícil respetar los tiempos de habla y escucha, así como saber ganar y perder, unirse a las reglas de juegos de otros, etc. No entienden muy bien el concepto de empatía ni gestionan adecuadamente los propios sentimientos ni los de los demás.
El entrenamiento en habilidades sociales en personas con TEA se asemeja mucho a lo que ya hemos visto: psicoeducación, ejemplos, ensayos, interpretación de papeles, provocar la petición de ayuda, colocar un cartel con las normas de la casa, etc. El deporte y la musicoterapia también parecen adecuados para este tipo de perfiles.
Como siempre, es recomendable acudir a un especialista para lograr un mayor éxito. Cada caso es único, con sus necesidades particulares.
Algunas estrategias para entrenar las habilidades sociales
- Escucha sin juzgar.
- Trata de averiguar las verdaderas necesidades de tu interlocutor. Los porqués son muy importantes.
- Habla menos de ti mismo y más del otro. Esto le produce placer y, por tanto, agrado.
- Utiliza la comunicación emocional. En ella se habla desde el punto de vista de las experiencias y emociones propias, y estas no se pueden discutir.
- Procura hacerle sentir al otro que está siendo escuchado.
- Para fortalecer una relación, mantén un contacto continuado, como mínimo cada quince días. Si no puede ser en persona, las llamadas telefónicas o el WhatsApp son instrumentos muy útiles.
- Reconoce tus emociones negativas en voz alta, pues tratar de ocultarlas o suprimirlas solo hará que se vuelvan más fuertes.
- Utiliza una postura corporal de poder. En una investigación sobre la postura corporal dominante se demostró que esta influye significativamente en la conducta y el estado de ánimo.
- Céntrate en las cosas que has conseguido y no en aquellas que crees que te faltan.
- No esperes a sentirte confiado antes de actuar, pues actuar te hará sentirte confiado.
- Habla de tus necesidades reales para conseguir el agrado y la empatía de los demás. Esto hará que mejores tu asertividad.
- No temas al «no». Es necesario para preservar los propios deseos y no ceder siempre a que decidan por nosotros, en especial cuando estamos en desacuerdo.
- No temas al contacto personal. Tocar ligeramente el brazo o el hombro de tu interlocutor transmite confianza. Pero, ¡ojo!, siempre respetando los espacios.