Una nueva investigación revela que el azúcar altera las neuronas cerebrales, no la grasa

Un nuevo estudio pionero, comentado en Neuroscience News, ha puesto en duda hipótesis muy arraigadas sobre las grasas alimentarias y su papel en la función cerebral. Investigadores del Instituto Alemán de Nutrición Humana (DIfE) y del Centro Alemán de Investigación sobre la Diabetes (DZD) han descubierto que la grasa por sí sola no altera las neuronas cerebrales responsables de controlar el hambre y el equilibrio energético. Los resultados del estudio sugieren que el azúcar puede desempeñar un papel más importante que la grasa en estos cambios, lo que modifica nuestra comprensión de cómo la dieta afecta a la salud del cerebro y al metabolismo.

Un estudio demuestra que el azúcar, y no la grasa, altera la función cerebral relacionada con el apetito
Un estudio demuestra que el azúcar, y no la grasa, altera la función cerebral relacionada con el apetito. Imagen de Freepik.

La influencia de la grasa en el control del apetito

En los últimos años, se ha culpado con frecuencia a las dietas ricas en grasas de contribuir a una amplia gama de enfermedades metabólicas, como la obesidad y la diabetes de tipo 2. Antes se pensaba que estas dietas alteraban la función cerebral y provocaban cambios en el control del apetito. Anteriormente se pensaba que estas dietas alteraban la función cerebral, provocando cambios en el control del apetito. El hipotálamo, una región cerebral fundamental para regular el hambre y el consumo de energía, desempeña un papel clave en este proceso. Dos tipos de neuronas, la AgRP (péptido relacionado con el Agouti) y la POMC (proopiomelanocortina), son responsables de controlar la ingesta de alimentos: Las neuronas AgRP estimulan la ingesta, mientras que las POMC suprimen el apetito.

Estudios anteriores relacionaron las dietas ricas en grasas con disfunciones en estas neuronas, especialmente las neuronas AgRP. La teoría era que, al interferir con estas neuronas, la grasa de la dieta podría llevar a comer en exceso y, con el tiempo, aumentar el riesgo de enfermedades metabólicas. Sin embargo, estos estudios anteriores no tenían en cuenta otros factores dietéticos, sobre todo el azúcar, que suelen acompañar a las dietas ricas en grasas. La nueva investigación del DIfE y el DZD pretendía aislar los efectos de la grasa alimentando a ratones con una dieta alta en grasas y baja en azúcar durante 48 horas. Los resultados fueron sorprendentes.

Conclusiones sorprendentes que cuestionan creencias arraigadas

En el estudio, los investigadores utilizaron técnicas avanzadas de imagen para examinar cómo se conectaban las neuronas AgRP dentro del hipotálamo. Se alimentó a ratones machos y hembras con una dieta rica en grasas y baja en azúcar durante dos días. A pesar de la ingesta elevada de grasas, los ratones no mostraron las alteraciones de la conectividad neuronal que se esperaban de investigaciones anteriores. Tanto los ratones machos como las hembras no mostraron cambios significativos en la función de estas neuronas reguladoras del apetito.

Estos hallazgos contradicen las hipótesis anteriores de que las dietas ricas en grasas podían dañar por sí solas las neuronas cerebrales y alterar la capacidad del organismo para regular el hambre y la energía. Los investigadores sugieren que el azúcar, presente en estudios anteriores junto con la grasa, puede haber desempeñado un papel mucho más importante en esas alteraciones de lo que se pensaba.

«La grasa no mostró los efectos perturbadores sobre la función cerebral que habíamos previsto», explicaron los investigadores en su informe. «Otros macronutrientes, como el azúcar, podrían desempeñar un papel más destacado en la alteración de la forma en que el cerebro controla el hambre y el uso de la energía».

Este estudio, al aislar la grasa de otros nutrientes, aporta una perspectiva totalmente nueva sobre los efectos de la dieta en la salud cerebral. Ofrece una imagen más clara de lo que puede estar ocurriendo a nivel celular cuando se consumen distintos macronutrientes, como grasa y azúcar.

El azúcar acapara la atención

Durante décadas, los científicos han estudiado cómo la dieta afecta al funcionamiento del cerebro, sobre todo en relación con las dietas ricas en grasas. Muchos de estos estudios se centraban en cómo cambia el hipotálamo en respuesta a la ingesta de grasas, ya que el hipotálamo desempeña un papel vital en el equilibrio energético y el metabolismo. Los investigadores descubrieron anteriormente que los animales sometidos a dietas ricas en grasas experimentaban una menor actividad en las neuronas AgRP, lo que conducía a un mayor riesgo de comer en exceso y ganar peso.

Sin embargo, el principal defecto de muchos de estos estudios era la incapacidad de aislar la grasa de otros macronutrientes, especialmente el azúcar. La mayoría de los animales de estos experimentos consumían dietas que combinaban grasas y azúcares, lo que dificultaba determinar cuál de estos componentes impulsaba los cambios observados en la función cerebral. El nuevo estudio pretendía aclarar esta cuestión eliminando el azúcar de la dieta y manteniendo un alto consumo de grasas.

Los resultados de este estudio sugieren que el azúcar, y no la grasa, podría ser el principal impulsor de los cambios en la función cerebral que se han asociado previamente con las dietas ricas en grasas. Este hallazgo pone en tela de juicio la creencia arraigada de que la grasa es el principal factor que contribuye a la disfunción cerebral en el contexto de la dieta y sugiere que quizá debamos reorientar las recomendaciones dietéticas.

Cinco conclusiones principales del estudio

De esta investigación se desprenden varias conclusiones importantes:

  1. Las neuronas AgRP no se vieron afectadas: Contrariamente a investigaciones anteriores, el estudio no halló alteraciones en la conectividad de las neuronas AgRP en ratones alimentados con una dieta rica en grasas. Estas neuronas, que promueven la ingesta de alimentos, no mostraron signos de disfunción.
  2. Resultados coherentes en todos los sexos: El estudio incluyó ratones machos y hembras, garantizando que los resultados fueran aplicables a ambos sexos. Los estudios anteriores solían centrarse únicamente en animales machos, pero esta investigación demostró que ni los ratones machos ni las hembras experimentaban cambios en la función neuronal.
  3. La grasa por sí sola podría no ser la culpable: Los resultados sugieren que la grasa, por sí sola, no provoca los cambios cerebrales relacionados con el control del apetito y el equilibrio energético que se han observado en estudios anteriores. Otros nutrientes, en particular el azúcar, pueden desempeñar un papel más importante en estos cambios.
  4. La investigación futura debe centrarse en el azúcar: El estudio desvía la atención de la grasa como principal preocupación en la disfunción cerebral relacionada con la dieta. Los investigadores sugieren que los estudios futuros deberían investigar cómo el azúcar y otros macronutrientes afectan a la función cerebral, especialmente en relación con la salud metabólica.

Implicaciones para la alimentación y la salud

Las implicaciones de este estudio son de gran alcance, sobre todo para la salud pública y la ciencia de la nutrición. Durante muchos años, las directrices de salud pública se han centrado en los peligros de las grasas alimentarias, haciendo hincapié en la necesidad de reducir su consumo para prevenir enfermedades metabólicas como la obesidad y la diabetes. Sin embargo, esta investigación sugiere que el azúcar puede ser un factor de disfunción cerebral y enfermedad metabólica más importante que la grasa.

Si futuros estudios confirman estos hallazgos, podría producirse un cambio en las recomendaciones dietéticas. En lugar de centrarse principalmente en reducir la ingesta de grasas, los expertos en salud pública podrían empezar a hacer hincapié en la importancia de limitar el consumo de azúcar para mejorar la función cerebral y evitar comer en exceso. Esto supondría un cambio significativo en la forma de enfocar la dieta y la salud.

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El equipo de investigación del DIfE y el DZD tiene previsto seguir estudiando cómo afectan determinados macronutrientes, en particular el azúcar, a la función y el metabolismo cerebrales. «Nuestros hallazgos ponen de relieve la necesidad de seguir investigando cómo influyen los distintos nutrientes en los sistemas reguladores del cerebro», señala el equipo. «Esperamos que nuestro trabajo inspire nuevos estudios que nos ayuden a comprender mejor cómo influye la dieta en la salud cerebral y, en última instancia, en las enfermedades metabólicas».

Un cambio en la mentalidad alimentaria

Este estudio marca un punto de inflexión en la forma de pensar sobre las grasas alimentarias y la función cerebral. Durante años se ha señalado a la grasa como el principal factor dietético que contribuye a la disfunción cerebral y a las enfermedades metabólicas. Pero las conclusiones de este estudio sugieren que el azúcar puede desempeñar un papel mucho más importante en la alteración de la capacidad del cerebro para regular el hambre y el consumo de energía.

De cara al futuro, esta investigación podría dar lugar a un cambio fundamental en la forma de enfocar la dieta y la salud cerebral. Subraya la importancia de analizar la composición general de nuestra dieta, en lugar de centrarnos únicamente en las grasas. A medida que se realicen más estudios, es posible que descubramos formas nuevas y más eficaces de apoyar la salud cerebral mediante dietas equilibradas que den prioridad a la reducción del consumo de azúcar, al tiempo que se reconocen las funciones matizadas que desempeñan los distintos nutrientes en el mantenimiento de la salud metabólica.


Aunque este estudio demuestra que el azúcar es el principal culpable de la alteración de las neuronas cerebrales relacionadas con el control del apetito, la grasa no está exenta de efectos negativos para la salud. El consumo excesivo de grasas sigue siendo un factor clave en el desarrollo de enfermedades metabólicas como la obesidad y la diabetes. Las dietas ricas en grasas aún pueden favorecer el aumento de peso y, con el tiempo, contribuir a desequilibrios en la regulación energética del cerebro. Por lo tanto, tanto el azúcar como las grasas deben consumirse con moderación para evitar efectos perjudiciales sobre la salud metabólica y cerebral.